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Parte 1 Parte 2


Obra de Dios o chapuza del demonio

por Carlos Albás

Capítulo IV. ¿Qué es el Opus Dei?

Parte 2. El Padre, sus primeros hijos y la entrada en el Vaticano


NOTA INTRODUCTORIA

¿Quién era Carlos Albás, autor de este libro?


Carlos Albás era sobrino de Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, a quien llamaba “mi tío Jose María”, aunque tuvo muy poco trato directo con él.

Inicialmente fue “simpatizante del Opus Dei durante cuarenta años y, dicho sea de paso, gran admirador de mi tío”. Estuvo casado con una supernumeraria del Opus Dei, la cual se separó de él después.

Acabó afirmando:


«... sobre si los miembros del Opus Dei creen en Dios, mi opinión es negativa. Sus provocaciones, ataques directos y la forma delictiva de algunos de sus procedimientos entran en desacuerdo con la doctrina.»

Un sacerdote del Opus Dei, pero no enemistado con él, le explicó:

«Para ellos [los del Opus Dei] tú ya estás muerto. No es nada nuevo. Aquel que se sabe del Opus Dei, o sin pertenecer ha tenido mucho contacto, ha convivido con ellos, ha colaborado y en un momento, por la causa que sea, no está de acuerdo con algo, que lo expone y no rectifica, no hace lo que ellos quieren, y ya no digo si critican a la Obra, al Fundador o a cualquiera de sus miembros más destacados, para ellos ha muerto, ya no existe, no se vuelve a hablar de él o de ella.»

El el epílogo afirma:

«Como hemos visto a lo largo de este libro, mi tío José María no aportó esencialmente nada, ni vislumbró y mucho menos arrojó nueva luz sobre la riqueza de las Sagradas Escrituras. Los referentes se hallan en la Iglesia desde su fundación y hasta nuestros días ininterrumpidamente. Incluso si se detiene uno en el análisis de sus mensajes, encontraremos contradicciones que los invalidan como supone la incorporación de los sacerdotes diocesanos al Opus Dei. A mi tío José María sólo le faltó incorporar a los religiosos y así crear su propia Iglesia

(Sintetizado a partir del Capítulo I)


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[Fecha del libro: 1992]

Capítulo copiado de:
https://opus-info.org/index.php/Obra_de_Dios_o_chapuza_del_demonio/Qué_es_el_Opus_Dei

También disponible en:
https://www.opuslibros.org/libros/Chapuza/capitulo_4.htm



(Continúa de la Parte 1. Estructura canónica)


Una familia espiritual: “El Padre”

Según los relatos que se nos ofrecen desde el mismo Opus Dei, mi tío José María “vio” su Obra en octubre de 1928, y la vio en su totalidad, como Dios la quería e iba a ser al cabo de los siglos. Para los miembros de la Institución, la verdadera historia —hasta entonces protohistoria del Opus Dei— arranca dos años después. O al menos es eso lo que nos dice Peter Berglar:

«A la edad de casi dos años, la criatura recibió su nombre; entonces es cuando realmente entra en la “historia”. El vástago surgido el 2 de octubre de 1928 despuntaba ya, muy pequeñito todavía, pero visible se podía señalar con el dedo y decir “Es el Opus Dei”. Los medios para impulsarlo fueron desde el principio la exposición de palabra y por escrito. Muchas se han publicado y otras esperan el momento para su publicación. Además, tenemos sus cartas llenas de cariño paterno que, por una vez, me atrevería a llamar “cartas doctrinales”.

La primera de esas cartas lleva la fecha del 24 de marzo de 1930, fiesta del Arcángel San Gabriel, y la última el 14 de febrero de 1974, “cumpleaños” de la Sección de Mujeres. La primera se dirigía a personas que no existían; la última estaba escrita para más de sesenta mil miembros.

La primera carta está dirigida a personas que sólo Dios conocía, se llama “Singule Dies”. “Nuestra entrega —así comienza la carta— al servicio de las almas es una manifestación de esa misericordia del Señor no sólo hacia nosotros, sino hacia la humanidad toda. Porque nos ha llamado a santificarnos en la vida corriente, diaria, y a que enseñemos a los demás, prudentemente, sin coacción, espontáneamente —según la voluntad de Dios—. Nos interesan todos, porque todos tienen un alma que salvar, porque a todos podemos llevar en nombre de Dios, una invitación para que busquen en el mundo la perfección cristiana repitiéndoles: 'Sed perfectos, como lo es nuestro Padre celestial.' ”

[Según Vázquez de Prada:]

«El mensaje del Opus Dei ya estaba lanzado, pero en esos momentos había que empezar a difundirlo. A fines de 1932, el Padre empezó a reunirse con sus jóvenes amigos en la vivienda de la familia Escrivá, ya que cuando Josemaría se traslada a Madrid, su madre, su hermana Carmen, y su hermano Santiago no habían tardado en seguirlo...»

Así nos lo cuenta Vázquez de Prada. Y continúa:

«El Fundador vivió con su familia en un piso acogedor en la calle de Martínez Campos, 4. Puede decirse que esta vivienda fue el primer centro de la Obra, pues en ella ya estaba la célula primitiva del futuro espíritu de familia del Opus Dei. Puede decirse que la familia del Fundador cimentó la estructura de la Obra.

El Opus Dei es una familia, una familia espiritual, pero familia al fin y al cabo, una familia en el sentido real de la palabra, puesto que los llamados son hombres de carne y hueso unidos por el Espíritu Santo, que mantienen entre sí una lealtad y fidelidad naturales, como entre personas de una familia humana, llenas de cariño y confianza.»

¿Cuál es el origen de esa familia espiritual? ¿Es que los cristianos no somos hermanos en Cristo? ¿No es la Iglesia católica nuestra Madre? Veamos la explicación de esta nueva familia que nos retrata Vázquez de Prada:

«El origen de esta familia es el matrimonio espiritual del Fundador con Jesucristo. El Opus Dei fue un regalo de Dios fruto de esa unión. Es la gracia la que hace que, sin mérito alguno por su parte, los miembros del Opus Dei nazcan a su vocación: es un don gratuito de Dios. Pero su paternidad espiritual pertenece a aquel sacerdote que Dios había llamado a ser Padre.

No puedo dejar de levantar el alma agradecida al Señor —escribía monseñor Escrivá de Balaguer en 1945— por haberme dado esa paternidad espiritual, que con su gracia, he asumido con plena conciencia de estar sobre la tierra sólo para realizarla.»

Pero ¿no es la iglesia católica la Esposa de Cristo? ¿Se habrá separado Cristo de su Iglesia para casarse con monseñor Escrivá de Balaguer? No, yo creo firmemente que no.

Más adelante lo expresaba con las siguientes palabras: «Hijos míos, yo os he engendrado como las madres, con dolor como las madres.» Exclamación que denota una clara resonancia mesiánica, dicho sea de paso.

Pero continúa Vázquez de Prada:

«El que el Fundador sea Padre hace que los miembros de la Obra sean hermanos entre sí, que la Obra sea una gran familia. Pero una familia es algo más; comprende también un hogar, tanto en el sentido material como en el sentido espiritual, afectivo del término.

La palabra “HOGAR” indica, también, calor de familia, responsabilidad personal, cuidado de los demás si resulta que hay un miembro de la familia que se convierte en “la oveja negra” como dice la expresión popular, todos sufren por él e intentan ayudarle. Por eso decía el Fundador “el proselitismo máximo es hacer que no se pierda ningún hermano tuyo”. Y finalmente, la salud de una familia se muestra en la calidad y cantidad.

En aquel hogar de la calle de Martínez Campos, el ama de casa era doña Dolores Albás, a quien ayudaba su hija Carmen, bajo la paternidad espiritual de don Josemaría. Ese ambiente al principio se basó en la familia de sangre del Fundador, se convirtió después en un principio general para todos los centros del Opus Dei. La Sección de Mujeres de la Obra hace posible que el espíritu de la familia se viva realmente, pues se ocupan de la administración.»

Aunque pasarían muchos años hasta que la Obra pudo formar su primer hogar. La primera tuvo sus años contados, la familia se vio forzada a desperdigarse por la guerra civil y sólo a fines de 1939 empezarían a levantar su “HOGAR”. Con la inauguración de la residencia en la calle de Genner en Madrid retornaría esta familia a su antiguo seno espiritual tras la diáspora. Aunque verdaderamente, el primer hogar, si queremos hablar con propiedad, lo tendremos en el año 1941 en la calle de Diego de León, actual sede del Opus Dei en España.

Pero veamos qué nos dice mi tío José María cuando le preguntan “¿Qué es el Opus Dei?”. En el libro “Conversaciones con monseñor Escrivá” responde:

«El Opus Dei es una organización internacional de laicos, a la que pertenecen también sacerdotes seculares (una exigua minoría con el total de socios). Son personas que viven en el mundo, en el que ejercen su profesión u oficio. Al acudir al Opus Dei no lo hacen para abandonar su trabajo, sino al contrario buscando una ayuda espiritual con el fin de santificar su trabajo ordinario, convirtiéndolo en medio de santificarse.»

En otro libro, “Josemaría Escrivá de Balaguer. Amar el mundo”, encontramos una selección de textos, escritos y homilías de mi tío José María. El capítulo se inicia significativamente con la pregunta “¿Qué es el Opus Dei?”. Después de leer una y otra vez cada uno de los párrafos no encuentro la respuesta, pero sólo porque no hay respuesta.

Nos dice qué es lo que se propone. Nos dice que el Opus Dei es tan viejo como el Evangelio nuevo y, como el Evangelio, nos dice que Dios creó al hombre para trabajar. Nos dice que es un camino de santificación. Nos dice que el único objetivo del Opus Dei es su contribución a forjar en medio del mundo hombres y mujeres de todas las razas y condiciones sociales, que procuren amar y servir a Dios y a los demás hombres con su trabajo ordinario. Nos dice que todos los caminos honestos de la tierra, todos los estados, todas las profesiones pueden ser caminos de santidad. Nos dice que el Opus Dei es buscar la santidad en medio del mundo, en la calle.

«Quien recibe de Dios la vocación específica al Opus Dei sabe y vive que debe alcanzar la santidad en su propio estado, en el ejercicio de su trabajo, manual o intelectual. He dicho sabe y vive. Porque no se trata de aceptar un simple postulado teórico, sino de realizarlo día a día en la vida ordinaria.

Querer alcanzar la santidad —a pesar de los errores y de las miserias personales, que durarán mientras vivamos— significa esforzarse, con la gracia de Dios, en vivir la caridad, plenitud de la ley y vínculo de la perfección.»

Podría atreverme a transcribir toda la predicación de mi tío José María, o releerla yo solito cuantas veces se quieran y seguir sin explicarme qué es el Opus Dei desde el punto de vista religioso. Ahora bien, tomando como referencia una nueva perspectiva tendría más suerte: «El Opus Dei es una Organización internacional de laicos...».

Un asterisco sirve de llamada en el texto, y puedo leer en letra más pequeña, como aclaración, en la parte baja de la página:

«En su definitiva configuración jurídica, el Opus Dei es una Prelatura personal de ámbito internacional, con sede central en Roma. Su finalidad no ha variado, y puede sintetizarse diciendo que busca difundir en todos los ambientes sociales una profunda toma de conciencia de la llamada universal a la santidad y al apostolado en el ejercicio del trabajo profesional.»

Más claro, el agua.


Una familia espiritual: los hijos

Inicialmente, los primeros miembros del Opus Dei viven en el hogar de sus familias humanas. Como hemos visto, sólo a partir del año 1941 los hijos vivirán en SU “HOGAR” con monseñor Escrivá, el Padre. Pero antes tuvieron que venir al mundo. Conozcámoslos.

Un ingeniero de caminos, Isidro Zorzano, será la primera persona que pedirá su admisión en la Obra en 1930. Posteriormente se irán incorporando

el ingeniero industrial Luis Gordón,
el estudiante de medicina Juan Giménez Vargas,
el estudiante de física y química José María González Barrero,
el estudiante de arquitectura Ricardo Fernández Vallespín,
el estudiante de ciencias exactas y arquitectura Pedro Casciaro,
el ingeniero de minas José María Hernández de Garnica,
el también estudiante de ciencias exactas y arquitectura Francisco Botella,
el estudiante de arquitectura Miguel Fisac,
el ingeniero de caminos Manuel Sáenz de los Terreros
y el ingeniero de caminos Álvaro del Portillo.

Casi todos viven con sus familias y sólo unos cuantos comparten la residencia, aunque todos frecuentaban la casa de la madre del Fundador, donde se reunían y merendaban en muchas ocasiones.

Como anécdota, según parece y se relata en las biografías oficiales del Opus Dei, una tarde mi tío Santiago volvió del colegio y al ir a buscar la merienda apenas encontró algo. Se quejó a su madre y le dijo: “Los chicos de José María se lo comen todo.” Pocos años más tarde recibiría el ciento por uno y el Marquesado de Peralta.

«En 1933 habían instalado una academia en la calle de Luchana, Academia DYA, que significaba Derecho y Arquitectura. Posteriormente también la denominan “Dios y Audacia”. La primera residencia se abre en la calle Ferraz 50, y su primer director será Ricardo Fernández Vallespín. En el segundo curso irán a vivir Pedro Casciaro y Francisco Botella, puesto que sus familias viven fuera de Madrid.

En julio de 1936 se trasladan al 16 de la misma calle y será Isidoro Zorzano el director, quien no tuvo tiempo de estrenarse puesto que tuvieron que marcharse. Se había iniciado la guerra civil.»

Durante los años de la guerra cada uno irá por su lado, menos los siete que acompañaron a mi tío en la huida de la zona roja [comunista/republicana], pasando los Pirineos y después regresando a la zona nacional. Concretamente a Burgos, donde estaba el cuartel general de Franco. Durante este período sólo se contabilizarán dos nuevos adeptos, José María Albareda y Vicente Rodríguez Casado.

Una vez acabada la guerra [1939] mi tío José María regresa a Madrid para reemprender su labor, estrenando la residencia en la calle de Genner. Entonces se unirá a ellos Amadeo Fuenmayor, que obtendrá la cátedra de derecho civil, José Manuel Casas Torres, que se hará con una de geografía, el abogado y alcalde de Oliva Justo Martín Gilavert.

Entre 1940 y 1941, ya en la sede de Diego de León, ingresará un importante número, entre quienes se cuentan

Antonio Ivars Moreno,
Ismael Sánchez Bella, su hermano Florencio,
Ángel López-Amo, Manuel Botas, Salvador Moret,
Vicente Garin, José Montañés, Juan Castelló,
José López Navarro, José Orlandis, Federico Suárez,
Jesús Arellano, Javier Ayala, José Javier López Jacoisti,
Juan Antonio Galarraga, Ignacio Echevarría,
Jesús Urteaga, Rafael Termes, Alfonso Balcells...

Todos ellos, como sólo cabía esperar, universitarios, que irán ocupando paulatinamente los puestos de responsabilidad en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en la propia Universidad, en las finanzas, la industria y, por último, en la política.

En la década de los cuarenta, mi tío José María explotará el primer filón de miembros y encauzará la expansión del Opus Dei por toda España, aunque centrándose muy particularmente en las capitales de provincia donde es posible acceder a los estudios universitarios. Conviene refrescar la memoria y recordar al lector que por entonces el proselitismo se dirige exclusivamente a los hombres.

La Sección de Mujeres echará a andar a partir de la inauguración de la residencia de Diego de León y encontrará la primera vocación en Lola Fisac, hermana de Miguel Fisac, miembro del grupo original de numerarios y que acabará por abandonar la Obra. Lola, junto con la madre de mi tío José María y su hermana Carmen, se ocuparán del papel que les tocaba ejercer, la administración de la residencia. Posteriormente ingresará Enrica, hermana de Paco Botella, después Nisa González Guzmán, y en 1942 Encarna Ortega, también hermana de otro numerario que dejaría la Obra.

En ese mismo año se pone en marcha el primer centro destinado a las mujeres, en la calle de Jorge Manrique. Encarna Ortega y Nisa González asumirán su primer rodaje y la dirección. Durante muchos años se mantendrá dentro del Opus Dei la función encomendada a la Sección de Mujeres desde el momento de arranque, la administración. Colegios mayores, casas y residencias donde conviven los numerarios tendrán a mujeres al cargo de esa labor. Como colaboración directa en su mantenimiento, contarán con el apoyo de las sirvientas, que como ya vimos se llamaron en un primer momento oblatas y en la actualidad numerarias auxiliares.

Ana Sastre, en su libro “Tiempo de caminar”, nos apunta:

«El futuro trabajo de administrar centros que vayan poniéndose capta una gran parte de la atención del Fundador. Desde que se abre el centro de la Sección de Mujeres en la calle de Jorge Manrique, insiste que pidan a Dios vocaciones entre las empleadas del hogar. Y les dice:

“No hay labores grandes ni pequeñas: todas son grandes, si se hacen por amor. Por eso nos da lo mismo ser mano que pie, que lengua, que corazón, porque todos estamos en todas las partes de ese cuerpo, porque somos una sola cosa por la caridad de Cristo que nos une. Yo quisiera haceros sentir como miembros de un solo cuerpo. Todos, una sola cosa, y que esto se manifieste en unidad de miras, en unidad de apostolado, en unidad de sacrificio, en unidad de corazones, en la caridad con que nos tratamos, en la sonrisa ante la Cruz y en la Cruz.”»

Es milagroso ver cómo los fines de la obra de Dios van coincidiendo con las necesidades materiales de su desarrollo. El Opus Dei inicia su labor con los universitarios y cree que la mejor forma es mediante las residencias. Estas necesitan que estén bien administradas y, como es lógico, quién mejor que sus propias hijas, pero éstas necesitan ayuda del servicio doméstico y, claro está, pidamos vocaciones y establezcamos una clasificación dentro de la Obra y a esperar vocaciones.

Así nos lo sigue relatando Ana Sastre:

«Y la primera respuesta a la proposición del Fundador va a llegar, precisamente, en la administración de la residencia de la Moncloa. El Padre ha visitado a una religiosa del Servicio Doméstico que le conoce y aprecia; la Madre Carmen Barrasa oye hablar a monseñor Escrivá de Balaguer del grupo de mujeres jóvenes que han de atender a los cien estudiantes que viven en la Moncloa, del trabajo intenso y de la necesidad de ayuda.

Esta monja conoce a una empleada de condiciones destacadas y que siempre ha permanecido en puestos de gran responsabilidad. Es probable que no quiera ir a la residencia, pero intentará convencerla. Se llama Dora del Hoyo. Ante la insistencia de la Madre Carmen, Dora, que efectivamente no desea ese empleo, acepta ayudar por algún tiempo.

Encarnita Ortega, quien la recibe en la Moncloa, con el tiempo se dará cuenta de los conocimientos que Dora tiene y que además es seria y educada.

Cuando el Padre viene a verlas, anima su audacia para que acerquen al Opus Dei personas así, que destacan en su profesión, vocaciones que entreguen sus posibilidades al servicio de Dios. Y todas piensan que la primera vocación tiene que ser Dora.

En la historia del Opus Dei será una fecha importante. Después irán llegando como rosarios las vocaciones que se entregarán en cuerpo y alma a la santificación del trabajo “profesional”, con esas cosas pequeñas que hechas con Amor son tan importantes como las otras.»

Pero sigamos con el relato de Ana Sastre:

«Casi al mismo tiempo llega Concha Andrés, se trata de una empleada de hogar que viene a contratarse, tiene 22 años y ha servido en diversas casas. En 1945 cuando se abre la residencia en Bilbao, Abando, Dora del Hoyo y Concha Andrés formarán parte del equipo que se traslada a la nueva ciudad. El 16 de marzo de 1946 pedirán la admisión en el Opus Dei.»

Numerarias y oblatas entregan la totalidad de su retribución por el trabajo que realizan, y solicitan de las directoras las cantidades que son necesarias para sus gastos mínimos. Como hemos visto en las constituciones, no pueden administrar ningún bien. Si no están dadas de alta en la Seguridad Social —entonces no se contemplaba para el servicio doméstico— y se deciden por abandonar el Opus Dei, se encuentran sin ninguna cobertura, porque como ya hemos advertido antes nada puede reclamarse a la Obra.

En los años 1944, 1945 y 1946 pedirán su incorporación como numerarias Guadalupe Ortiz de Landázuri, Marichu Arellano, Maria Teresa López Areal, María Jiménez, Victoria López-Amo, Sabina Alandes, Raquel Botella, Digna Margarit... todas ellas de familias conocidas y muchas de la mano de sus hermanos numerarios. Su agrupamiento es la referencia obligada para conocer el bastión que impulsará y desarrollará la Seccion.

«Durante estos años, las necesidades en el Opus Dei van en aumento, en principio hay necesidad de cubrir los puestos necesarios en las administraciones de las residencias y de las casas, pero también surge una nueva necesidad. Hay que atender espiritualmente a todos los miembros de la Obra.

El Padre no puede llegar a todos los lugares y con la apertura de centros en Madrid y sobre todo en otras capitales, es imposible. Los sacerdotes diocesanos que podían haberse encargado de ello no tienen o no conocen el espíritu del Opus Dei. En un principio unos pocos sacerdotes le ayudan, pero se da cuenta de que los sacerdotes han de proceder de miembros del Opus Dei.»

Las primeras vocaciones sacerdotales irán surgiendo de los propios numerarios. Y tres de ellos, Álvaro del Portillo, Luis Muzquiz y José María Hernández Garnica, serán los primeros que lleven el sello de Orden de la Santa Cruz. Con la autorización del obispo de Madrid-Alcalá inician los estudios que se requieren para la ordenación. Y mi tío José María logrará para ellos un profesorado de “excepción”. Así nos lo relatan sus biógrafos Vázquez de Prada y Ana Sastre:

«El padre Muñiz y el padre Severino Álvarez, dominicos pertenecientes al Angelicus de Roma, les impartirán las asignaturas de Teología Dogmática y Derecho Canónico, Don José María Bueno Monreal, más tarde Cardenal de Sevilla, les dará Teología Moral, Fray José López Ortiz, posteriormente Obispo de Vigo y Vicario General Castrense, les dará Historia de la Iglesia, el Padre Celada, también dominico y erudito del Instituto Bíblico de Jerusalén, les enseñará Sagrada Escritura. Fray Justo Pérez Urbel se hará cargo de la Sagrada Liturgia. Y posteriormente Don Máximo Yarrumendi, que más tarde será nombrado Obispo de Ciudad Rodrigo.

El Fundador está preocupado en encontrar la forma canónica para poder ordenar a estos primeros hijos suyos que van a ser sacerdotes. No es fácil encontrar la solución. El Código Canónico exige que para recibir la ordenación sacerdotal es necesario que los aspirantes estén encardinados o en una diócesis o que pertenezcan a una institución religiosa. El Opus Dei en aquellos momentos sólo está aprobado por el Obispo de la diócesis como Pía Unión y con este título no es suficiente. Después de muchas gestiones en la Santa Sede consigue la solución al aprobarle la “Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz” formada por él y los aspirantes al sacerdocio.»

En septiembre de 1942, José Orlandis y Salvador Canals se habían trasladado a Roma con motivo de la adjudicación de unas becas. Es el momento elegido por mi tío José María para el primer abordaje del Vaticano. Desde entonces, utilizará la fuerza en su propio beneficio, la fuerza que ejercerá sobre la autoridad eclesial. Sabe perfectamente el poder que puede suscitar una simple carta de recomendación. De hecho, su traslado del seminario de Logroño al de Zaragoza lo obtiene gracias a la recomendación de su tío Carlos Albás, el canónigo arcediano del Pilar. Y no será la única ocasión en que no dudará en hacerlo. Su llegada a Madrid va acompañada de una carta del arzobispo de Zaragoza para el obispo de Madrid-Alcalá, que le servirá no sólo para ser autorizado a ejercer su ministerio, sino para trabar muy buenas relaciones con dicho prelado, quien a lo largo de los años será el máximo defensor y la persona que facilitará y dará finalmente la aprobación canónica en 1941. Durante toda su vida, la amistad con las autoridades eclesiásticas le abrirán el “Camino”, y gracias a ello irá consiguiendo las sucesivas aprobaciones vaticanas, que en cualquier otra circunstancia hubiesen sido imposibles.

Incluso si nos atenemos a las propias biografías oficiales del Opus Dei, nos iremos haciendo a la idea de la trascendencia que otorgó a esas relaciones con la jerarquía. Por ejemplo, Vázquez de Prada incorpora en la narración del regreso a la España nacional de mi tío José María y de los siete que le acompañaban tras la huida por los Pirineos: “A las tres de la tarde ganaron San Juan de Luz. Parte del grupo se dispersó. Unos para ver a sus familiares; otros para incorporarse a filas. El Padre estaba consumido y esquelético, pues llegó a perder casi cuarenta kilos de su antiguo peso. Tuvo que descansar. Días más tarde aceptó la invitación del obispo de Pamplona, don Marcelino Olaechea, que le tenía tal cariño y consideración que celebraba siempre con un modesto cáliz, que le había regalado en 1935, en su consagración episcopal.”

Instalado ya en Burgos lanza una desenfrenada actividad para trabajarse a todos y cada uno de los obispos de la zona nacional. Esta es la versión de Vázquez de Prada: «Hablaba con los obispos acerca del Opus Dei, obtenía direcciones, se comprometía a dar cursos de retiro espiritual. En uno de esos primeros viajes se entrevistó con don Carmelo Ballester, obispo que fue de León, y quien durante años se confesaba con don Josemaría.»

En plena guerra civil, mi tío José María adoptará una postura inteligente y con el paso del tiempo le asegurará la rentabilidad de los contactos que establecerá a partir de entonces. Tal y como recoge Vázquez de Prada,

«desde que en Burgos había decidido no percibir estipendios, aceptaba tan sólo alojamiento y comida. Aun los gastos mismos del viaje corrían por su cuenta.

Yo iba de una parte a otra dando cursos de retiro, algún año más de mil hermanos vuestros. En algunas diócesis, hasta siete u ocho tandas seguidas — decía en Valencia a un grupo de sacerdotes en noviembre de 1972. [...] No cobraba. Me pagaban el viaje y los obispos me daban de comer.»

Evidentemente, aquellos viajes que “corrían por su cuenta” no buscaban a las clases desesperadas por el conflicto, sino que participaban de un recorrido que iba de autoridad en autoridad eclesial. Es de suponer que mi tío logró la amistad de la mayoría de los obispos españoles y recabaría los suficientes apoyos para lanzar su particular “ataque” recogiendo posteriormente las cartas “comendaticias” que le abrirían las puertas de la Santa Sede.

Con José Orlandis y Salvador Canals en Roma, y a través del sacerdote Manuel Fernández Conde, que desarrolla su labor en la Secretaria de Estado del Vaticano, se irán estrechando lazos con la jerarquía más poderosa de la Iglesia. Ésta es la versión que Ana Sastre nos ofrece:

«Aprovechando las pausas de sus tareas podrán saludar y conversar con el Obispo de Vitoria, Monseñor Lauzurica, tomando ocasión de uno de sus viajes a Roma; con el Abad de Montserrat, Aurelio María Escarré; el P. Arcadio Larraona, futuro Cardenal; el P. Montoto, Vicario General de los Dominicos; el P. Manuel Suárez, Rector de Angelicum; el P. Maximiliano Canal, profesor de Teología del Laterano... y muchos personajes de la Curia Romana, que conocerán y querrán a la Obra a través de estos profesores que multiplican su actividad a costa de horas sin descanso. Así el Cardenal Tedeschini, Monseñor Ruffini —futuro Cardenal— y Monseñor Montini, que habrá de ocupar un día la Silla Pontificia con el nombre de Pablo VI.

A mediados de 1943, Su Santidad el Papa Pío XII recibe en audiencia a José Orlandis y Salvador Canals.»

Las prácticas inspiradas y animadas por el Fundador tendrán una continuación lógica y de la misma intensidad en sus hijos, que las adoptarán como propias. La misma Ana Sastre lo recoge perfectamente cuando narra la llegada de Álvaro del Portillo a Roma: «Viene a presentar a la Santa Sede la documentación necesaria para la concesión del “nihil obstat” en orden a la erección de la Obra.» Pero Vázquez de Prada se muestra confundido. Nada tiene que ver con la Obra su estancia en Roma, acude para conseguir la aprobación por la Santa Sede de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz que se requiere para poder darle el papel de la legalidad presbiteriana a los tres primeros sacerdotes, que se mantienen a la espera. El Opus Dei se mantenía hasta entonces como Pía Unión y no tenía otra aprobación, por tanto, que la del obispo de Madrid. Pero retomemos su relato:

«Llega a Roma a finales de mayo. Durante los días que pasa en la Ciudad Eterna —hasta el 21 de junio— su gestión es incansable. Tiene una audiencia con el Cardenal Luigi Magglione, Secretario de Estado, con los Monseñores Montini y Ruffini. Visita a Monseñor Alfredo Octaviani, Asesor del Santo Oficio. Se multiplica para hablar con las autoridades eclesiásticas con las que José y Salvador han tenido contactos repetidos. Y todavía acude a varias audiencias con los Cardenales Tedeschini, La Puma, Vidal y Barraquer, Marchetti-Sevaggiani, Pizzardo...»

El 4 de junio es recibido en audiencia por el Papa Pío XII y el 11 de octubre obtiene el “nihil obstat” para la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Se han despejado los obstáculos que impedían la ordenación sacerdotal de los miembros y el 25 de junio de 1944 recibirán del obispo de Madrid la imposición de las manos.

La vía libre para la constitución del Opus Dei como Instituto Secular vendrá precedida por un esquema de actuación muy parecido. En 1946 volverá a aparecer en escena Álvaro del Portillo ante el Estado Vaticano para obtener el “Decretum Laudis” para la Obra. El método también será similar y lo encontraremos, sin necesidad de escudriñar entre la literatura anti-Opus Dei, en la biografía de Ana Sastre:

«Traen cartas comendaticias de sesenta obispos españoles que acompañan la solicitud del “Decretum Laudis” de la Santa Sede para el Opus Dei.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Pío XII no realizó ningún nombramiento cardenalicio. El Colegio —que entonces contaba con sesenta miembros— se ha ido despoblando en el transcurso de los años, y en 1945 tiene treinta y dos vacantes. Su Santidad cubrirá todos los puestos. Esta creación de Cardenales romperá la tradición, vigente hace veinte siglos, de que los italianos tengan mayoría absoluta. Pío XII nombrará veintiocho Cardenales extranjeros y sólo cuatro italianos. La universalidad de la Iglesia se manifiesta así de modo más patente.

Don Álvaro del Portillo se propone llegar a Roma antes de que los recién nombrados Cardenales abandonen Italia. Hay entre ellos quienes conocen el espíritu del Opus Dei. Y quiere recoger algunas cartas comendaticias para unirlas a la documentación que solicita el “Decretum Laudis”.

[...] don Álvaro conseguirá cartas comendaticias de varios Cardenales: Ruffini, Arzobispo de Palermo; Caggiano, Obispo de Rosario (Argentina); Gouveia, Arzobispo de Lourenço Marques (Mozambique); Frings, Arzobispo de Colonia...»

Con un canto en los dientes se tuvo que dar el Padre por la rapidez demostrada por sus hijos más ilustres en aprender a la perfección la lección recibida. Y podremos ver más adelante cómo este acercamiento a las autoridades religiosas irá adquiriendo cada día más relevancia. Indiscutiblemente, el mensaje reiterado es el laicismo, a quien se lo escucharemos repetir infinidad de veces a mi tío, pero hacía falta la aprobación del clero, y cuanto más poderosa la bendición tendrá la aleación del acero. Sin embargo, a pesar de los intentos, los resultados no acaban de fructificar convenientemente ante la Santa Sede y Álvaro del Portillo se ve obligado a recurrir al Padre. Tiene que tomar el camino de Roma.

En junio de 1946 sale disparado para Roma y el 16 del mes siguiente tiene la entrevista tan deseada con Su Santidad. Como no podía ser de otra forma, le habla del Opus Dei y del “gran amor que le ha inculcado a sus hijos por el Romano Pontífice”. En diciembre mantiene una segunda recepción, y no sólo desbroza de espinos el panorama negativo para el Instituto, sino que desde entonces no abandonará Roma.

El 2 de febrero de 1947 se hace con la “Provida Mater Ecclesia” gracias a la promulgación de esta Constitución Apostólica y el 24 el Opus Dei tiene ya entre manos el “Decretum Laudis” por el que queda aprobado el primer Instituto Secular de la historia de la Iglesia. Las constituciones que han regulado el Instituto —llamado Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y de la Obra de Dios, más conocida popularmente como Opus Dei o la Obra— han sido desconocidas hasta hace pocos años por sus propios miembros.

Dotada de una nueva forma tras su metamorfosis, los hijos de la Institución podrán responder con orgullo a la pregunta de ¿qué es el Opus Dei?: un Instituto Secular, cuyos miembros se consagran en medio del mundo a la perfección cristiana. Pero al cuestionarles con qué es ese Instituto Secular, no acertarán a contestar. Y si el interrogatorio proseguía con ¿hacéis votos?, ¿podéis casaros?, ¿todos vais a ser curas?, ¿tenéis que vivir fuera de vuestras familias?, si hacéis el voto de pobreza, ¿cómo tenéis este cochazo? O tras la consiguiente incorporación de los casados al seno de la Familia, cuando la impertinencia persiste con su matraca de interrogante: ¿cómo podéis casaros si hacéis voto de castidad?, explícame cómo se vive la castidad en un matrimonio en el que uno pertenece a la Obra y el otro miembro de la pareja no, o incluso: ¿cómo le sienta la castidad a tu mujer? No se hallaban respuestas convincentes que sirvieran para ajustarse a una buena interpretación.

Pero la satisfacción de la Obra no podía durar mucho. La ambición del privilegio único siempre está por encima al tratarse de ella. De primeras, la Iglesia había resuelto el problema jurídico que planteaba el mensaje de mi tío José María. Pero vinieron otros institutos a ocupar la parcela exclusiva que se arrogaba para si mismo el Opus Dei. Además, hay que aclarar convenientemente que, a pesar de todo, en último término estos institutos seculares dependían de la Congregación de Religiosos. Ni una ni la otra circunstancia gustaron al Fundador. Y poco después de la aprobación se habla extendido en los círculos de la declaración: “El Opus Dei es una asociación de fieles.” Debían dejar de ser un Instituto Secular, ¿como Dios manda?

Esta gran familia que es el Opus Dei ha sabido con el transcurso del tiempo ser obediente al Fundador, al Padre, y han seguido todos sus consejos e indicaciones con verdadera fidelidad. Los hijos del Padre han sido verdaderos hijos ejemplares, han seguido sus máximas de Camino en toda su extensión. Se han convertido en niños pequeños. Recordemos algunas de esas máximas de Camino:

«860. Delante de Dios, que es Eterno, tú eres un niño más chico que, delante de ti, un pequeño de dos años. Y, además de niño, eres hijo de Dios. No lo olvides.

862. Niño bobo: el día que ocultes algo de tu alma al Director, has dejado de ser niño, porque habrás perdido la sencillez.

863. Niño, cuando lo seas de verdad, serás omnipotente.

864. Siendo niños no tendréis penas: los niños olvidan en seguida los disgustos para volver a sus juegos ordinarios. Por eso, con el abandono, no habréis de preocuparos, ya que descansaréis en el Padre.»



FUENTE
(1) https://opus-info.org/index.php/Obra_de_Dios_o_chapuza_del_demonio/Qué_es_el_Opus_Dei
Página visitada en 2025-06-02. Copiado el texto completo y dividido en dos documentos. Título como en el original. Adaptado: separación de párrafos, endentación, destacados en negrita y destacados en subrayado. Puntualmente, añadidas algunas aclaraciones entre corchetes.
La NOTA INTRODUCTORIA no pertenece al original.



Normas y cartas sobre la figura de Prelatura Personal y el Opus Dei

Constitución Apostólica “Ut Sit” de 1982

Estatutos de 1982 la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei

Constituciones de 1950 del Opus Dei

Código de Derecho Canónico, 2.1.4. De las Prelaturas Personales (Art. 294-297)

Sobre las Prelaturas Personales, por Gianfranco Ghirlanda

Carta de 1979 de Álvaro del Portillo al cardenal Sebastiano Baggio – Transformación del Opus Dei en Prelatura Personal



Documentos relacionados con la historia del Opus Dei de Balaguer

El Opus Dei – Apuntes y documentos para una historia, por Giancarlo Rocca

Historia del Opus Dei, por Carlos Albás, Cap. 4, Parte 1

Historia del Opus Dei, por Carlos Albás, Cap. 4, Parte 2



Testimonios sobre el Opus Dei y su fundador

María Angustias – Una Testigo del Verdadero Josemaría Escrivá

Testimonio de Miguel Fisac sobre el verdadero Josemaría Escrivá

Testimonio de Rosario Badules López – Escrivá y sus 'Virtudes Heroicas', ¿Cuáles?

Testimonios Sobre el Verdadero Josemaría Escrivá – Cózar-Castro y Carandell

Opus Dei – Integrismo a la Española – Por Begoña Piña

Un colectivo de sacerdotes se pronuncia sobre la Beatificación de Josemaría Escrivá

Profesores de Teología de Cataluña se pronuncian sobre la Beatificación de Josemaría Escrivá

El Opus Dei y Escrivá según María del Carmen Tapia – ex alto cargo del Opus Dei




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